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En nuestro organismo conviven múltiples especies de microorganismos, de hecho, estamos compuestos por más ADN no humano que humano: se calculan 10 microbios por cada célula humana. Esto nos lleva a pensarnos a nosotros mismos como una comunidad y ya no como individuos separados del medio.

Se conocen por lo menos 500 especies de microorganismos y seguramente haya más que aún no fueron reconocidos. Para que haya armonía debe existir un equilibrio entre estas especies en nuestro organismo, puesto que muchos son benéficos e incluso necesarios ya que colaboran en procesos metabólicos y enzimáticos, y otros que parasitan nuestro cuerpo debilitándolo, extrayendo nuestros nutrientes y contaminando el medio.

Uno de los principales problemas que tenemos actualmente es el desconocimiento y la poca importancia que se le da al tema de los parásitos, siendo un factor sumamente importante en la preservación de la salud.
Se entiende por parásito: “organismo animal o vegetal que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo” (Real Academia Española, diccionario de lengua española, de Ed, 2012). Estos organismos ingresan a nuestro cuerpo en forma de huevos, larvas o, en su estado adulto, a través del agua contaminada, frutas y verduras que no están bien lavadas, el aire, o el contacto con animales, inclusive los domésticos, o con otras personas a través de la piel y los fluidos, asi como el contacto con superficies que no están limpias y picadura de insectos.

La medicina actual no lo toma en cuenta y solo asocia a los parásitos con zonas tropicales o estratos de bajos ingresos donde las condiciones de higiene son escasos. Sin embargo, se calcula que el 90% de la población mundial está infectada por uno o más parásitos sin que tengamos registro de ello. Pero hay que tener en cuenta, que las técnicas de detección de la parasitosis se limitan a identificar algunas pocas especies intestinales a través de un análisis de materia fecal o un análisis de sangre…quedando afuera algunos difíciles de detectar que se alojan en el hígado, páncreas, cerebro, o cualquier otro tejido.

Podemos observar la situación de gran vulnerabilidad en la que nos encontramos, siendo los parásitos un natural depredador del ser humano que busca un medio en el cual sobrevivir y reproducirse.

Si nuestras defensas son buenas, eliminarán y expulsarán del organismo a los parásitos, pero si nuestro sistema inmunológico está debilitado la infección de expandirá ocasionando grandes daños. El aumento en el consumo de azúcar, carnes poco cocidas, harinas refinadas, lácteos industrializados, sumado al abuso de antibióticos, productos industrializados, incorporación de metales pesados, aumenta las posibilidades de ingreso de parásitos a todo el organismo y debilitamiento nuestro sistema inmunológico.

Esto produce irritación, sofocos, trastornos de memoria, pánico, desequilibrios hormonales, problemas inmunológicos, inhibición de la dopamina.

Podemos sospechar de la presencia de parásitos si aparecen síntomas como: diarrea, vómitos, dolor estomacal, picazón anal, sangrado intestinal, pérdida de apetito, pérdida de peso, desnutrición, anemia, trastornos de crecimiento, estreñimiento crónico, sangre en las heces, ojos hinchados, irritación intestinal, pancreatitis, fatiga crónica, baja energía, problemas en la piel, piel seca, caída de cabello, cabello debilitado, alergias, picazón de nariz, en la piel, reacciones alérgicas a alimentos, urticaria, ictericia, sensación de arrastre bajo la piel, erupciones, eczemas, cambios de humor, ansiedad, depresión, insomnio, desorientación, obsesión, bruxismo, dolores musculares y articulares, fibromialgia, trastornos en la sangre, hipoglucemia, anemia, enuresis, entre otros.

La forma más habitual para la medicina alopática de combatir dichos organismos es a través de antiparasitarios y antibióticos que son muy fuertes y pueden dañar la flora intestinal indiscriminadamente. A veces no hay más remedio, especialmente cuando la condición es muy aguda, pero es importante luego de su administración incorporar prebióticos y probioticos para que la flora intestinal pueda recuperarse y favorecer el fortalecimiento del sistema inmune. Por otro lado, la muerte de estos microorganismos en el cuerpo también generan toxicidad, por lo cual un proceso de detoxificación adecuado es indicado.

Todas las tradiciones tenían conocimiento de los parásitos y desarrollaron diversas técnicas preventivas para mantenerlos bajo control en base a hierbas, tónicos y semillas. Realizaban estas prácticas con regularidad porque a través de sus observaciones conocían muy bien la relación entre las infecciones y las enfermedades que causaban.

Algunas de las recomendaciones más naturales para la prevención que vienen de estas tradiciones son, el consumo de algunos alimentos:
– ajo crudo aplastado previamente.
– semillas de calabaza crudas en ayunas
– alimentos fermentados
– probióticos de alta calidad
– aceite de orégano
– aceite de pino destilado
– extracto de semillas de pomelo
– semillas de papaya
– tintura madre de Artemisa
y otros.

Es importante estar atentos a los primeros síntomas que muchas veces se vuelven crónicos si los subestimamos. Consultar a un especialista que indicará cuáles son las medidas adecuadas a tomar según el tipo y grado de infección. Conocernos más a nosotros mismos y cómo nos relacionamos con nuestro entorno, sin duda es uno de los factores más importantes para crear un estado de buena salud. Finalmente, todo se trata de un sabio equilibrio.

Estamos llegando a fin de año y se nos presenta una maravillosa oportunidad para hacer un balance sobre lo acontecido durante el año y cómo lo hemos gestionado, además de hacer una evaluación de las cosas que queremos conservar y aquellas de las que necesitamos liberarnos.

 

En los últimos días del año las calles del microcentro se llenan de papeles que las oficinas arrojan desde sus ventanas en señal de “se acabó… ya no nos sirve más… ya paso”, y surge el acto espontáneo de soltar aquello que ya nos sirve, como una liberación que genera una gran alegría, alivio y nos permite dejar espacio para lo nuevo. Podemos llevar esta limpieza a muchos niveles de nuestras vidas:

. En el plano físico ordenando nuestros espacios y regalando o vendiendo aquellas cosas que ya no vamos a utilizar y que tal vez estuvieron guardadas en algún rincón de un placard, porque todas esas cosas representan energías que no movemos, que se estanca y que al quedarse quietas comienzan a corromperse.

. También nuestro cuerpo merece que lo asistamos en este proceso de detoxificación, preparándolo para un buen descanso antes de las vacaciones. Dándole así la posibilidad de liberar las toxinas que se han acumulado durante un tiempo y quedaron depositadas en nuestras células y órganos generando bloqueos y perturbando los procesos que los distintos sistemas que nuestro cuerpo realizan.

. En el plano emocional, es una buena oportunidad para sanar nuestras emociones y liberarnos de aquellas que nos hacen daño e intoxican nuestro cuerpo.

. En el plano mental, soltar aquellas creencias o pensamientos negativos que intoxican nuestro cuerpo y nos sumergen en una realidad densa, oscura y deprimente que nos tira hacia abajo y no nos permite soñar ni crear una realidad óptima y en la que nos gustaría vivir.

. También podemos evaluar qué conductas, qué relaciones y qué situaciones queremos repetir porque nos traen felicidad y alegría a nuestras vidas, y cuáles ya es tiempo de soltar porque se nutren de nuestra energía dejándonos debilitados e insatisfechos porque no hay un intercambio saludable.

Todas estas situaciones actúan como “parásitos” que viven de nuestra energía, ocupan un lugar y generan toxicidad que daña nuestro organismo. El estancamiento y la mala administración de nuestra energía, ayuda a la proliferación de parásitos en todos los niveles. Los alimentamos sin darnos cuenta, hasta que comenzamos a tener los primeros síntomas de enfermedad.

 

De todas formas, hay algunas cosas que podemos hacer para prevenir la proliferación de dichos parásitos:

. Disponer un tiempo para ordenar en todos los niveles.
. Poner atención en cómo gestionamos nuestra energía.
. Observar en todos los niveles de manera minuciosa, qué queremos conservar y qué cosas no tienen más sentido para nosotros.
. Revisar los cuartos, cajones y espacios “oscuros y ocultos” que simbolizan lo inconsciente.
. Chequear nuestro sistema de creencias, ya que consumimos mucha energía para mantenerlas activas y no siempre son beneficiosas para nosotros o nuestro entorno.
. Tomar conciencia de quiénes nos están robando nuestra energía (o a quién se la damos dejando que drene) a través de relaciones que siguen patrones inconscientes dañinos.
. Hacer una revisión de la forma en que nos alimentamos, para ver qué queremos nutrir y qué no.
. Seguir un plan détox de alimentación.
. Hacer algún plan “antiparasitario” invitando a salir de nuestro cuerpo y nuestras vidas a todo aquello que no queremos nutrir y que toma nuestra energía debilitándonos.

Tal vez podamos realizar esta tarea como un ritual de sanación y liberación, abriéndonos con alegría a soltar todo lo que ya no nos sirve, agradeciendo la experiencia porque nos ha dejado un gran aprendizaje, y creando espacio para lo nuevo. Eligiendo de manera mucho más consiente y selectiva lo que queremos dejar entrar a nuestras vidas para crear nuevas experiencias.

Feliz fin de año y año nuevo!