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Si pensamos qué es lo que deseamos para nosotros, nuestros hijos y demás, todos responderemos «ser felices». Sin embargo nos encontramos con la realidad de que muchos no se sienten verdaderamente felices y no saben cómo lograr tan preciado estado. Esto deja a las personas y a las nuevas generaciones frente a una gran incógnita y un gran desafío: lograr eso que no se sabe muy bien qué es y mucho menos cómo lograrlo!

Hemos proyectado la posibilidad de la felicidad en múltiples y variadas cosas: la adquisición de objetos, dinero, pareja, hijos, tecnología, diversión, drogas, alcohol. Y si bien, todas estas cosas pueden brindar algún nivel de satisfacción, no traen la felicidad.

Las neurociencias tienen algo para decirnos al respecto: si bien conseguir cosas deseadas activa la secreción de dopamina, responsable de la experiencia placentera, fácilmente podemos entrar en una relación adictiva con aquello que nos da placer y de esta manera establecer un vínculo de dependencia que nos puede conducir a una relación tortuosa con aquello que en principio traía placer.

La sociedad de consumo es un resultado de aquella ilusión que hemos creado y reproducimos inconscientemente de generación en generación. La publicidad trabaja sobre este principio y nos habilita a soñar e imaginarnos cómo nos vamos a sentir cuando compremos tales y cuales productos! La mala noticia es que esta ilusión no nos va llevando por buen camino, por lo menos en cuanto al logro de la tan anhelada felicidad. Pero no son todas malas noticias, parece ser que las crisis nos llevan a reflexionar a niveles más profundos y mirar adónde estamos parados para buscar nuevas soluciones.

 

A lo largo de 80 años se realizaron investigaciones en la Universidad de Harvard para tratar de entender en donde se encontraban las claves de la felicidad. Estás investigaciones mostraron lo siguiente:

-La gente con mayores signos de felicidad fueron aquellos que se esmeraron en construir buenas relaciones y estar cerca de la familia, los amigos y su comunidad.
-La calidad en los vínculos y no la cantidad, es lo que trae más satisfacción.
-El apoyo mutuo, el desarrollo de la empatía, saber escuchar y ser escuchado atentamente conducen a una vida más sana y feliz.
-Enfrentar juntos las dificultades enriquece y fortalece los vínculos.

Waldinger, un prestigioso psiquiatra que trabajó en dicha universidad afirmó: «son las buenas relaciones las que hacen a las personas más felices y más saludables. »

Este año el diario La Nación publicó un artículo sobre el secreto de los daneses para ser los más felices del mundo. Ellos lo atribuyen a una práctica que denominan «hygge», un término que no tiene traducción, pero expresa el sentimiento de bienestar, comodidad, calma y calidez que se puede experimentar en el hogar disfrutando de las pequeñas cosas de la vida cotidiana. En este sentido hay una especial preocupación en crear ambientes agradables, situaciones de intimidad y confianza entre las personas que comparten espacios y la alegría de abrir las puertas para compartir con familia o amigos.

Los finlandeses son tan consientes de esto que han acortado las horas de escolaridad en la primaria y han suspendido la tarea en el hogar. Consideran que en la infancia es muy importante el tiempo de ocio creativo, el momento de juego, distensión y sociabilización. Valoran que los niños estén contentos y se encuentren con sus pares a jugar y guiarse por la curiosidad.

Podemos observar que la atención está puesta en construir buenas relaciones con uno mismo desde un lugar de amor y aceptación, con los otros y con nuestro entorno. Esto pone en evidencia que no son tanto las cosas como la forma en la que nos relacionamos con ellas lo que puede acercarnos a mayores niveles satisfacción. Y no significa que debemos renunciar a metas que suponen grandes desafíos de desarrollo personal, sino que nos muestra que podemos aventurarnos en esa dirección y disfrutar de ello, sabiendo que es sólo una experiencia que estamos creando para realizar un aprendizaje, y la felicidad no depende de ello. Esto nos empodera y al mismo tiempo nos libera de toda falsa expectativa.

 

Algunas recomendaciones prácticas para crear bienestar y salud en nuestras vidas:

-Experimentar alegría y gratitud por el hecho de estar vivos y poder acompañarnos en nuestros aprendizajes.
-Acompañarnos en los momentos difíciles.
-Resolver juntos situaciones conflictivas.
-Crear en el hogar ambientes cálidos, serenos, receptivos.
-Construir vínculos de confianza e intimidad .
-Disfrutar de la naturaleza, cuidarla y respetarla.
-Cuidar de nuestro cuerpo a través de una alimentación sana y ejercicio físico como una forma de amor y respeto hacia nosotros mismos.
-Crear momentos de ocio y relajación.
-Hacer algún aporte a nuestra comunidad como una forma de cuidado y gratitud.

Tal vez esta sea otra forma de transitar la vida; tal vez podamos ir acercándonos a la tan anhelada felicidad través de pequeños actos de la vida cotidiana, creando así, las condiciones de confianza y seguridad básica que nos permitan alcanzar mayores niveles de satisfacción y bienestar, sentando las bases de una nueva forma de ser en el mundo para las próximas generaciones.

 

¿Por qué nos enamoramos? Como la mayoría de las preguntas, esta tiene varias respuestas posibles y fundamentalmente depende del punto de vista del observador.

Para muchos científicos el enamoramiento es una conducta cuyo objetivo principal es el reaseguro de la perpetuidad de los genes. Respondiendo así a un anhelo de continuidad en el plano físico, aspecto biológico que compartimos con el reino animal. Pero al ser el ser humano consciente de su finitud, esta búsqueda, puede realizarse consciente e intencionalmente.
Sin embargo si bien esta conducta de búsqueda y cortejo se basa en primitivos patrones biológicos en los que los conexiones neuronales, las hormonas y los neurotransmisores específicos están presentes, no es cierto que el único objetivo sea la procreación. Y esto está a la vista, ya que muchas personas buscan pareja y se enamoran sin tener la necesidad ni el deseo de tener hijos.

La búsqueda puede estar orientada hacia la satisfacción de distintas necesidades como por ejemplo: encontrar en el otro una fuente de seguridad básica, económica, placer sexual, fortalecimiento de la autoestima, expresión del poder personal. En todas estas se pone en juego la necesidad personal de engrandecimiento y fortalecimiento de un ego, en su inicio es frágil y extremadamente vulnerable. En estas situaciones el ego va a buscar desesperadamente que el otro se ajuste a sus necesidades, ya que teme por su supervivencia. Y esta es una de las principales causas de conflicto en las relaciones.

Hay sin embargo otras modalidades de encuentro en los que verdaderamente le damos la posibilidad a un otro, diferente a nosotros mismos, de expresarse y ser plenamente quien es. Se trata de un nivel de aceptación que requiere mayor madurez. En esta modalidad podemos «abrirnos», salir de nuestros pequeños egos, experimentar la vulnerabilidad y el miedo a lo desconocido. Expandir nuestros horizontes y explorar ese misterioso espacio de la relación que nos lleva a otro estado de conciencia y captación de la realidad que tan poéticamente Richard Moss llamó «el yo que es nosotros».

Hay relaciones que nos llevan aún más allá, allí donde todo límite de tiempo y espacio se disuelve y podemos vivenciar que el sujeto, el objeto de amor y la relación son Uno.

La experiencia humana nos permite explorar la multidimensionalidad. Tener la conciencia y la capacidad para desarrollar estas posibilidades depende de la firme intención y la determinación de no quedarnos detenidos ni apegados a ninguna de estas experiencias.

De esta manera, cada vez que nos enamoramos podemos agradecer a la vida esta oportunidad. Y más allá de cómo haya resultado la experiencia, agradecer al otro y a uno mismo la posibilidad de experimentar y evolucionar a partir del aprendizaje que trajo esa relación.