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A poco tiempo de comenzar las clases, las vacaciones van quedando atrás para la mayoría de nosotros. Nuestro foco está ahora puesto en la organización de las actividades propias y ajenas que desarrollaremos durante el año.  

Pensé en algunas recomendaciones útiles para que podamos disfrutar del día a día sin llegar a agobiarnos ni estresarnos: 

1- Proyectar un año que sea interesante y estimulante para nosotros, de manera tal de evitar caer en automatismos. 

2 – Elegir alguna actividad nueva que suponga un aprendizaje o desafío. Preferentemente algo muy distinto a lo hecho hasta ahora, ya que esto activa la neuroplasticidad del cerebro y lo mantiene joven.

3- Si pensamos en el año y no sentimos ninguna motivación, proponernos un cambio.

4- Si no sabemos cómo hacerlo, pedir ayuda a otros que tienen más experiencia en gestionar cambios, para no perder tiempo y sumar frustración que daña nuestra autoestima. 

5- Pensar y llevar a la práctica conductas que nos hagan sentir bien y que reflejen más amor y cuidado hacia nosotros mismos y los otros. 

6- Cuidar que las actividades programadas estén en equilibrio con nuestras necesidades, tanto físicas como emocionales, psíquicas, sociales y espirituales. 

7- Si hemos desatendido algún área de nuestra vida, proponernos prestar especial atención a la misma para lograr un equilibrio. 

8- No nos olvidemos del tiempo de ocio, que también es bueno programar, especialmente las personas que tienden a sobrecargar sus agendas. 

9- Fundamental el encuentro con los afectos, que nos hacen sentir parte de una red de amor y contención. 

10- Dedicarnos un tiempo a nutrir nuestra espiritualidad. Para algunos será a través del contacto con la naturaleza, para otros a través del silencio y la meditación, para otros a través del servicio desinteresado. Las diversas formas en las que cada uno se abre a una conexión más profunda con uno mismo y con la totalidad varían de acuerdo a las características singulares de cada persona. 

Cuanto más atención pongamos en estos aspectos, más conciencia tendremos para tomar las decisiones adecuadas que nos permitan seguir evolucionando y sentirnos amados y cuidados, aportandonos mayor bienestar general. Nuestra vida es el bien más preciado porque tiene un tiempo limitado. De nosotros depende cómo vamos a aprovechar y disfrutar de ese tiempo.

Investigaciones realizadas en prestigiosas universidades nos brindan evidencia científica de cómo nuestras relaciones inciden en nuestro estado de salud y bienestar general. No es que no lo supiéramos antes, pero ahora podemos conocer cuáles son las reacciones químicas que produce cada estado anímico en el cuerpo. Vamos comprendiendo así cuáles son los mecanismos sutiles a través de los cuales el entorno «se nos mete en la piel» y cómo nos afecta.

Las relaciones pueden representar una gran fuente de recursos contra el estrés, así como un importante factor desencadenante del mismo. El ser humano es un ser social y su vida se encuentra en íntima relación y codependencia con otros. Toda experiencia de aislamiento, soledad, posibilidad de pérdida o constantes conflictos en las relaciones personales pueden ser experimentados como una amenaza, dándole al cuerpo la señal de que debe prepararse para una posible experiencia traumática. Así nuestro cuerpo comienza a dar la respuesta de estrés que prepara nuestra fisiología para el ataque o la huida. Mientras que ante una situación placentera u amorosa, el cuerpo da una respuesta de relajación y segrega entre otros neurotransmisores, endorfinas que nos dan la posibilidad de experimentar bienestar y felicidad.

Se ha podido observar que no todas las personas responden de la misma manera ante situaciones similares. La diferencia radica en la carga genética, las improntas de los primeros años de vida, el entorno, las experiencias a lo largo de la vida, las creencias que tenemos, las conclusiones que vamos sacando sobre de las experiencias que atravesamos, y los recursos con los que sentimos que contamos para enfrentarlas.

Cuidar nuestros vínculos y elegir aquellos que son sanos y nutricios, es fundamental para nuestro bienestar y el de los que amamos.

Es muy importante crear una red de afectos en la que podamos sentirnos cuidados, contenidos y aceptados por lo que somos. Con quienes podamos compartir los buenos y los malos momentos.

Las vacaciones nos brindan una gran oportunidad de dedicarle el tiempo y la atención a aquellas personas que forman parte de esta red de relaciones para que esos vínculos puedan fortalecerse y crecer. Y si sentimos que no contamos con esa red, es un buen momento para ocuparnos de crear nuevos vínculos o reconectarnos con personas que forman parte del pasado que realmente apreciamos. Recordando que para que algo pueda crecer debemos poner intención y atención, y si tenemos dificultades con esto podemos empezar por pedir ayuda!

Durante las vacaciones muchas veces seguimos con el mismo ritmo vertiginoso del año, las actividades programadas hasta largas horas de la noche, las demandas de los chicos y la exigencia de estar siempre ocupados y divertidos.

En este afán por hacer, hemos subestimado el valor y la importancia de saber cómo y cuándo parar. Así, nuestro cuerpo nos va dando señales, que comienzan como sutiles mensajes que podemos captar a través de la percepción y determinadas sensaciones. Luego su intensidad va subiendo y se transforman en conductas, muchas veces compulsivas, reactivas o sintomáticas, hasta que finalmente se manifiesta como una enfermedad si no lo atendemos.

Cuántas veces nos ha pasado con el auto, sabemos que tenemos que pararlo para hacerle un service, poner aire a las cubiertas o atender a algún ruido extraño. Sin embargo  lo postergamos porque siempre hay algo más urgente o más importante que hacer. Siempre le estamos exigiendo un poco más, sin tomar en cuenta el desgaste que esto implica.

Todos estamos expuestos al estrés, de hecho esta es una forma saludable y normal de responder a los cambios y desafíos que propone la vida. Sin embargo cuando sometemos al cuerpo a elevados niveles de estrés y no paramos, todo el sistema comienza a colapsar.

En cambio cuando lo hacemos tenemos la posibilidad de ver con mayor claridad y escuchar esas señales sutiles que de otra manera nos pasan desapercibidas. Nuestro cuerpo tiene la oportunidad de poner en funcionamiento mecanismos de autorregulación, reparación y regeneración.

De esta manera es importante que podamos organizarnos y decidir cuándo vamos a parar. La organización es aquí fundamental. Le vamos a dar a nuestro cuerpo uno, dos días, una semana para recuperarse y vamos a comunicar a los otros que estamos en este proceso de manera tal, de no tener que responder a otros compromisos más que al primordial, el que tenemos con nosotros mismos.

Las vacaciones pueden ser una gran oportunidad para conocernos más. Generalmente durante el año estamos tan ocupados con actividades y nuestras rutinas que muchas veces caemos en automatismos y creencias falsas que llevamos a la práctica sin prestar la más mínima atención. Así nos vamos descuidando e ignorando nuestras necesidades, que pueden ir cambiando momento a momento.

 

Por ejemplo es interesante prestar atención a nuestros sentidos y reconocer:

¿Qué colores nos movilizan o conmueven más? ¿Qué colores estamos necesitando usar en nuestra ropa o en la decoración de la casa?.
¿Qué aromas nos estimulan? Tal vez necesitamos cambiar el perfume o compramos alguna esencia particular para la casa.
¿Qué sonidos necesitamos escuchar en distintos momentos del día.
¿Qué sabores queremos experimentar? Tal vez decidamos explorar nuevos sabores a través de la incorporación de ciertas especies, si es que tenemos la oportunidad de viajar, o aventurarnos a una receta exótica.
¿Qué sensaciones al tacto nos dan placer? O simplemente abrirnos a experimentar las distintas sensaciones que nos producen las cosas con las que nos vamos relacionando.

 

Reconocer a través de los sentidos lo que estamos necesitando nos puede ayudar a restablecer el contacto con nosotros mismos y de esta manera recuperar el equilibrio y la sensación de bienestar.

Vacación

Del lat. vacatio, -ōnis.

1. f. Descanso temporal de una actividad habitual, principalmente del trabajo remunerado o de los estudios. U. m. en pl.  Fuente Real Academia Española

Descubrimos para ustedes algunos de los beneficios de las vacaciones que repercuten en el bienestar de las personas:

*Produce felicidad: Se comprobó científicamente (según un estudio publicado en la revista Applied Research in Quality of Life) que planificar las vacaciones mejora nuestro estado de ánimo, y salir de vacaciones produce felicidad, pero ese estado desciende rápidamente al terminarse las vacaciones.

*Desestresa: porque elimina los compromisos y las formas en general.

*Nos conecta con el presente: puesto que nos olvidamos del pasado y también de lo que va a pasar a al regreso; es el mejor mindfulness.

*Permite conectar con nosotros mismos: no tener agenda ni el día totalmente ocupado permite entrar en contacto con uno mismo, y ver lo que es realmente importante en nuestra vida.

*Nos conecta con los otros, se fortalece el vínculo con quienes viajamos, y con las culturas que se visitan, abriendo la mente a las diferencias, la empatía, la curiosidad…

*Mejora la perspectiva: porque alejarse de los temas cotidianos permite relativizar las cosas y enfocar bajo una nueva mirada.